¿Qué planes tienes para este verano? Es una de las preguntas estrella de estos días aquí en España. La gente está deseando tener unos días de vacaciones después de tres meses de confinamiento por la pandemia.
Me ha llamado mucho la atención la actitud un tanto negativa de muchas personas con las que he hablado de este tema. He oído demasiados comentarios de este tipo: “pues a ver qué hacemos, porque todos los sitios van a estar llenos de gente, no se si merece la pena gastarse dinero en unas vacaciones para luego no poder ir ni a tomar algo a una terraza”.
Eso es precisamente lo que me dijo hace unos días un conocido:
“bueno, le comenté yo…van a ser unas vacaciones diferentes, eso está claro. Pero son vacaciones, en cualquier caso, eso es lo importante. Está todo el mundo igual o incluso peor que nosotros con el tema del verano”
“Uy, eso a mí me da igual…mal de muchos consuelo de tontos, ese es el refrán que dice siempre mi padre, a mí no me consuela que los demás también sufran”
Noté cómo, al escuchar esa respuesta, mis ojos se abrían como platos sin que yo pudiera controlar la reacción. Estaba francamente sorprendida ante esa respuesta, sobre todo porque precisamente yo había elegido intencionadamente esas palabras “está todo el mundo igual” buscando en mi interlocutor un efecto muy distinto al que tuvieron. Pretendía más bien provocarle una pequeña entrada de conciencia, una mirada más allá de su propio ombligo y un sentimiento de conexión con el mundo, algo que a mí siempre me reconforta.
Quizás el padre refranero de esta persona considere que soy tonta. Si es así poco me importa, francamente. He de reconocer que a mí sí me ayuda sentir que no estoy sola en esta fase de adaptación a la nueva normalidad, sentir que ni yo ni mi familia somos los únicos que este verano vamos a sufrir (o mejor dicho experimentar) las consecuencias de esta situación.
Ese fue precisamente uno de los aspectos que comentó Rosalinda Ballesteros en su intervención en uno de los webinars que organizamos semanalmente en el World Happiness Fest bajo el título Las habilidades socio emocionales para la nueva normalidad. Ella forma parte de nuestra red de expertos y como directora de la escuela de ciencias de la felicidad de la universidad Tec Milenio de Monterrey (México) , es un activo importantísimo en todo el ecosistema de la felicidad.
Lo que nos explicó Ballesteros es que, en tiempos de pandemia, de desescaladas y de nueva normalidad, en nuestra mano está elegir emociones y sentimientos, como los de conexión, que nos faciliten espacios de bienestar, que nos hagan sentir bien. Sentir que formamos parte de algo, que no estamos solos en esta situación y que todo el mundo está viviendo bajo la misma amenaza, nos ayuda “No debemos pensar que solamente nosotros estamos sufriendo y experimentando retos…debemos más bien pensar que estamos todos juntos, como especie humana, experimentando algo diferente y que además podemos experimentar juntos para aprender sobre temas de salud emocional y física y para enfocarnos en los aspectos positivos de colaboración, cooperación, de formas de trabajar”.
Hacer lo contrario, es decir, pensar que sólo a mí me afecta lo que está sucediendo en esta pandemia y que las dificultades solo las tengo yo, responde a un estilo de explicación de la realidad pesimista, que genera emociones relacionadas con la ira, la frustración, el miedo, la tristeza. Todas ellas forman parte del rango de emociones de todos los seres humanos y tenemos derecho a sentirlas, si: pero, la realidad es que también tenemos la capacidad de regular nuestras emociones…aunque muchas veces la fuerza de los hábitos y las inercias nos impiden verlo.
Ballestero habla desde la perspectiva de la Psicología Positiva, que conoce bien y que es uno de los pilares sobre los que se sustenta la Universidad Tec Milenio.
Nos explicó que la Psicología Positiva es una herramienta valiosísima para empezar a enfocar esta situación de incertidumbre como la que estamos viviendo y transitarla de una manera funcional.
“La incertidumbre es una sensación que ha quedado instalada: no saber si mañana voy a poder salir de casa, si algún familiar se va a contagiar o cómo la gente va a reaccionar ante el virus si se contagia..esta sensación de no tener el control es, en realidad, la nueva normalidad. Una buena capacidad para adaptarnos a estas realidades cambiantes es lo que nos proporcionan las habilidades socio emocionales, pero no para no experimentar el estrés, sino para poder manejarlo, para recuperarnos y para entender que la vida sigue teniendo cosas buenas y maravillosas con las que poder trabajar”
Pueden escuchar la intervención completa de Rosalinda Ballesteros en este enlace, pero les voy a adelantar algunas de las recomendaciones que nos hizo y que sirven de ejemplo para aplicar la Psicología Positiva en estos momentos en los que reina la incertidumbre. Son pequeños cambios en nuestro punto de vista, que puede hacernos transformar completamente nuestra experiencia de la nueva normalidad.
Enfocarnos en nuestras fortalezas y en lo que sí tenemos: En momentos de crisis y de incertidumbre es habitual tener pensamientos enfocados en lo que hemos perdido, en lo que ya no vamos a poder tener, en todo aquello que nos falta. Sin embargo, cuando nos enfocamos en los recursos que sí tenemos, podemos empezar a trabajar en estos retos y construir sobre nuestras propias fortalezas, nuestras experiencias del pasado, la percepción de eficacia, de yo sí puedo…esto nos ayuda a ver un camino y unas metas y conectar con el sentido del logro, porque enfocarlo así nos permite ver que yo hice cosas en el pasado y ver de lo que soy capaz.
Llenar nuestro día de emociones positivas:
La psicología positiva explica que llenar nuestro día de emociones positivas además de hacernos sentir bien psicológicamente nos protege frente a determinadas enfermedades porque la química que generan las emociones positivas en nuestro organismo fortalece nuestro sistema inmune. De manera que, si estamos en un momento de nuestra vida en el que tenemos un alto nivel de estrés, podemos contrarrestarlo buscando espacios para sentir emociones positivas.
Así explicado parece fácil, pero la realidad es que no lo es.
Para que nos salga bien, lo primero que debemos hacer es entender como funciona nuestro universo emocional, darnos permiso para ser humanos y tener paciencia: saber que no nos va a salir perfecto siempre, incluso aunque llevemos años practicando…
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“Podemos estimular las emociones positivas, por ejemplo, haciendo un muro de gratitud, donde apuntamos cosas que agradecemos en el día. Esta es una de las emociones que mejor funciona…podemos hacer también el ejercicio de los tres agradecimientos por la noche, y eso es algo que genera el hábito”
Son solo algunos de los ejemplos que compartió Rosalinda Ballesteros en su webinar. Ejemplos con los que explicó además qué “las emociones positivas no están ahí solo para que nos sintamos bien o relajados, están y cumplen una función. Igual que nuestros antepasados biológicos tenían que tener muy bien establecida una respuesta para reaccionar si eran atacados para poder correr y así sobrevivir, también aquellos que tuvieron bien reguladas sus emociones positivas y lograron conectar y construir, pudieron resolver los problemas más complejos. Porque lo que hacen las emociones positivas es abrir nuestra capacidad cognitiva, abrir nuestra capacidad de conectar y generar soluciones”.
Por último, Ballesteros insistió mucho en que los cambios profundos no vienen fácilmente, sino que hay que poner una verdadera intención y trabajar la voluntad, algo que ella llama cultivar la mentalidad de crecimiento. Lo dice además desde su propia experiencia “yo antes era pesimista en mi manera de explicar la realidad” nos confesó “y me di cuanta de que era un trabajo continuo y diario para cambiarlo”. Es cierto que después de escucharla hablar sobre la felicidad durante una hora cuesta creer que antes fuera pesimista.
Sin embargo, pensándolo bien, tiene sentido: tal vez su sabiduría tenga que ver precisamente con eso, con algo tan sencillo como que habla desde su autenticidad de aquello que conoce porque lo ha vivido.