Esa mañana había agendado una reunión con mi jefe y estaba nerviosa porque iba a hacerle una propuesta que, si era aceptada, podía contribuir a cambiar el rumbo de mi carrera profesional. Recuerdo muy bien aquella sensación de nudo en estómago y mi corazón latiendo un tanto desbocado. Recuerdo también perfectamente el calor subiendo por mi cuello y alojándose en mis mejillas. Aunque no tenía un espejo para verlo sabía que habían cambiado sutilmente de color.
La sensación no era lo que se dice agradable, pero, al contrario de lo que hubiera hecho años atrás, en vez de empeñarse en tratar de borrar esas sensaciones incómodas de mi cuerpo para entrar en el despacho de mi jefe con un aspecto más “entero”, lo primero que hice fue concederme permiso para sentir.
Desde esa mirada compasiva y curiosa, algo cambió. Las sensaciones seguían ahí, pero ya no las percibía como un boicot, sino más bien como un recordatorio. Un recordatorio de que lo que iba a pasar en esa reunión podía cambiarme la vida y que por ello debía mantener el foco en todo momento. Debía tener también el corazón bien abierto para poder escuchar el feedback de mi jefe tratando de comprender su punto de vista sin obcecarse con mi propuesta si me ponía alguna pega.
Llegó el momento de entrar en el despacho y las sensaciones, que ya no me parecían tan incómodas, seguían ahí. ¡Bien! -pensé- el recordatorio seguía funcionando y eso me daba una mayor sensación de control y de serenidad.
Entré en el despacho con la mejor de mis sonrisas acompañada de un “como ves, estoy un poco nerviosa…es que lo que te voy a proponer es importante para mí”.
“¡Pues yo te veo muy tranquila!”, me contestó él. “Dispara”.
Muchas veces cuento esta anécdota en mis clases para explicar qué es mindfulness, para qué sirve y por qué es una herramienta fundamental en todas las dimensiones de mi vida.
-“Ah vale, entonces, mindfulness no es solo una manera de relajarse…porque si tu propuesta fue aceptada por tu jefe…¿eso quiere decir mindfulness te permite también conseguir cosas?”, me preguntó una vez un alumno.
-“Así es, le dije…si por ‘cosas’ entendemos vivir una vida plena, consciente y llena de sentido”.
Porque el mindfulness es mucho más que sentarse, cerrar los ojos y poner la atención en la respiración, en los sonidos o en las sensaciones del cuerpo buscando un estado de calma.
Minfulness no es solo una práctica: es todo un modo de vida que implica un estado de conciencia diferente ( que efectivamente necesita una práctica para instalarse). Pero no hemos de confundir la práctica con el efecto que produce.
A través de la práctica -que unas veces será más placentera que otras- vamos enseñando a nuestra mente a estar presente y poco a poco vamos tomando el control de nuestra vida en todas sus dimensiones. Por eso el entrenamiento de la atención plena nos lleva también a rendir más en nuestro trabajo.
Esta es la idea que nos transmitió hace unos días en un webinar de Word Happiness Fest, Olga Pintó, la responsable de la implantación de un programa de mindfulness en una gran empresa como Deloitte: la firma privada número uno de servicios profesionales del mundo, con cerca de 300.000 empleados, 9.000 de ellos en España.
Cuando Olga Pintó nos habló de que mindfulness permite obtener un mayor rendimiento por parte de los empleados, no se refería a una mayor productividad en el sentido material…
“Es que estamos ante un cambio de paradigma…si eres una empresa y quieres realmente hacer cambios tienes que subirte a la ola del cambio y la transformación de las personas, porque solo desde ahí se pueden hacer cambios de verdad…
necesitas herramientas que transformen profundamente…y lo bueno es que la aceptación que todo esto tiene en las personas es increíble”.
Mindfulness forma parte de la cultura de bienestar corporativa de Deloitte, explicó
“Porque mindfulness es una competencia directiva, es decir, tener un mindset de mindfulness es un must para todos los profesionales hoy en día. Mindfulness, combinado con la inteligencia emocional y social forma parte de las soft skills de vanguardia que hoy día necesita cualquier profesional”.
Sin embargo, todavía hay muchas empresas que no perciben mindfulness como un valor, comentó, pero hay que decir que en los últimos años ha bajado mucho la barrera que tal vez antes bloqueaba su entrada en este sector. En gran medida esto se debe a la cantidad de evidencia científica que existe ya en torno a mindfulness.
Eso ha favorecido que se perciba como una herramienta estratégica más dentro de las empresas. Digamos que mindfulness seduce…
“Ahora es imposible decir no, esto no sirve, porque está demostrado que sí funciona”, insistió Olga Pintó.
Mindfulness como modo de vida
He de reconocer que me encantó la manera de Olga Pintó de explicar que mindfulness es un modo de vida, que es mucho más que el simple hecho de sentarse con los ojos cerrados a meditar…
Porque es cierto que aprendemos a conocer el funcionamiento de nuestra mente con los ojos cerrados, pero la realidad es que la mayor parte del día lo pasamos con los ojos abiertos…por eso, en Deloitte, el objetivo es tener mindfulness integrado. No se limitan a facilitar unas prácticas semanales a ojos cerrados a sus empleados, sino que “el verdadero reto es hacer un seguimiento y un acompañamiento para que los empleados puedan integrar todo ese entrenamiento y puedan hacerlo también a ojos abiertos” explicó.
La importante reunión con mi jefe que describe al principio de este artículo es un buen ejemplo de ese meditar a “ojos abiertos”. Una expresión que me encanta y de la que (con el permiso de Olga Pintó) me voy a apropiar.
Mindfulness no cambia las cosas, nos cambia a nosotros
Mindfulness no hace que en nuestro trabajo desaparezcan los retos, las dificultades, las personas con las que no conectamos…mindfulness nos permite relacionarnos con todo ello de otra manera.
De hecho, nos explicó Olga Pinto, por ahí viene la principal señal de transformación de las personas a través de mindfulness:
“Te das cuenta de la transformación cuando cuando estás expuesto a la misma fuente externa que antes te sacaba de tu centro y de pronto la interpretas de manera natural y dejas de reaccionar y empiezas a responder..ahí experimentamos que esa conciencia transpersonal se ha modificado y te das cuenta de que te quedas tan tranquilo…la ‘patada en la boca’ es la misma de antes, pero tú lo vives de otra manera, explicó, más tranquilo… empiezas a escanear todas las sensaciones en tu cuerpo como si hicieras una auditoría y te das cuenta de que estás fluyendo con la situación. Algo te saca de tu centro y tú simplemente lo reconoces , te das cuenta y lo que haces es parar, observar, auto chequeo, te preguntas cómo está mi emoción, donde está, en que parte del cuerpo la sientes…también te das cuenta de cuál es tu discurso mental sobre eso que ha pasado…y la buena noticia es que cuando observas, solo el hecho de observar ya hace que se modifique lo que pasa y solo con la observación se diluye lo que te hace daño…Entramos en otros estados de consciencia, pasamos de estar en piloto automático a estar respondiendo y no reaccionando”.
Ese darnos cuenta es lo que lo cambia todo, explicó Pintó “te das cuenta también de todo lo que etiquetas, lo que juzgas, lo que evalúas y de lo bien que te sienta dejar de hacerlo durante media hora”. Desde ahí es desde donde se pueden hacer los cambios profundos en las personas que, irremediablemente, también terminarán impactando en todo aquello que haga, incluido su trabajo.
Si quieren saber más sobre mindfulness y sobre cómo implantarlo en una empresa, les recomiendo que vean la entrevista completa a Olga Pintó en este enlace. En ella, la encargada de instaurar este programa en Deloitte, nos desvela algunas importantes claves para que mindfulness funcione, se integre “a ojos abiertos” y de verdad sea uno de los pilares sobre los que se asienta la cultura de bienestar corporativa.