Si John Helliwell nos dice que sí estamos listos para una sociedad de la felicidad y que de hecho la crisis del coronavirus no ha hecho más que poner de relieve la necesidad de un cambio de paradigma, el asunto es como para escucharle.
Les invito a que vean en este enlace la intervención completa en el World Happiness Fest, de este economista canadiense y editor del Informe Mundial de la Felicidad.
Si alguien en el mundo sabe cómo medir la felicidad, ese es John Helliwell. Les adelanto que lo realmente interesante de esta entrevista no es tanto que Helliwell nos diera claves métricas o indicadores para saber si somos o no felices, en qué grado lo somos o no lo somos o cómo podemos alcanzar la felicidad. Lo que puso Helliwell sobre la mesa fue la regla de oro para conseguirla o acercarnos un poquito más a ella a nivel global; la herramienta que la pandemia ha puesto en la picota porque ha sido la única diferencia que ha marcado la diferencia en la manera en que la crisis del coronavirus ha golpeado a unas sociedades y a otras.
La diferencia que marca la diferencia
Para Helliwell, la crisis del coronavirus ha sido una enorme oportunidad para aprender una gran lección a nivel mundial. Quizás sea algo que ya conocíamos de manera intuitiva, pero la pandemia ha sido capaz de reflejar con datos y números (cifras de contagiados y de fallecidos) que las sociedades construidas sobre altos niveles de confianza, son las que mejor paradas han salido de este virus que no entiende de fronteras.
Porque las barreras invisibles de la confianza son las que de verdad han frenado la propagación de la enfermedad del Covid-19.
“Siempre hemos enfatizado en que el grado de confianza fue fundamental para la gestión de muchos desastres naturales de muchos tipos, desde terremotos, inundaciones, tsunamis, desastres nucleares. En las comunidades y países con un alto nivel de confianza, las personas inmediatamente salen a ayudarse unas a otras…lo que hemos visto en estas situaciones es que la gente se sorprende para bien al darse cuenta de lo mucho que ganan al trabajar juntos. Así que cualquier desastre nos trae la posibilidad de demostrar que existe ese nivel de confianza.. y la enfermedad del Covid-19 lo ha hecho también”.
La relación entre nivel de confianza y felicidad
Es por esto, explicó, que las sociedades con mayores niveles de confianza han sido tradicionalmente más felices. En este sentido hay que hablar de dos tipos de confianza, la confianza en general en el resto de personas, y la confianza en las autoridades públicas y las instituciones, ¿Son honestas? ¿Son eficientes? ¿Están trabajando por nuestro interés común?
Los estudios han demostrado que en los lugares donde esos niveles de confianza son altos, la gente es más feliz. Y esto es así porque la confianza implica irremediablemente la idea de conexión entre nosotros…que es mucho más que el mero contacto.
**
La conexión nos habla de sentirnos parte de lo mismo, de sentir que estamos juntos en algo y que eso es lo verdaderamente importante, que eso es lo que nos hace felices, que la riqueza del ser humano está definitivamente ahí y no tanto en la otra riqueza; la material.
Todas estas aportaciones de Helliwell en el World Happiness Fest nos hablan de la necesidad de superar las viejas métricas de la felicidad y el bienestar basadas en la riqueza económica… Pongamos como ejemplo el caso de Bután -el país más feliz del mundo- que, desde hace años, no mide su nivel de riqueza con el PIB sino con el Índice Nacional de Felicidad. Para Helliwell no es casualidad que no haya habido ningún fallecido por Covid-19 en este pequeño país pegado a China.
**Para Helliwell un alto nivel de confianza crea una suerte de sistema de defensa contra las grandes crisis y un exponencial tremendo para la felicidad en cuanto que en el mismo concepto de confianza está implícita la idea de una sociedad conectada de verdad.
Cómo construir un sociedad con alto nivel de confianza
Pero ¿cómo empezamos a construir una sociedad basada en la confianza? ¿tenemos que dejarlo todo en manos de los poderes públicos?
A nivel político , Helliwell puso el acento en la idea de la desigualdad como indicador de desconfianza: las sociedades con mayores desigualdades entre la población, son las que menores niveles de confianza desarrollan.
“Esto no ocurre en países como Nueva Zelanda, donde básicamente la gente tiene las mismas posibilidades de tener un hogar y un acceso a los servicios públicos, de manera que no te encuentras con estas desigualdades y discrepancias”
De modo que la lucha contra la desigualdad por parte de los poderes públicos sería un buen punto de partida para poder empezar a construir sociedades con altos niveles de confianza y por tanto más felices…
¿Y qué nos dijo Halliwell sobre la posibilidad de hacer algo de manera individual para contribuir a este cambio de paradigma?
“El primer esfuerzo que tenemos que hacer cada uno de nosotros es empezar con nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra ciudad, nuestro país y la comunidad internacional. Debemos recordarnos a nosotros mismos la regla de oro: recordarnos a nosotros que la verdadera felicidad consiste en que construimos y aseguramos nuestra felicidad a través de los demás, forjando lazos que hacen que surja la confianza de manera natural y que nuestro propósito común sea el mismo, la felicidad”.
**
Todo esto implica un verdadero cambio de paradigma, explica Heliwell, porque nos tiene que llevar a dejar de ver el mundo con las gafas del intercambio comercial…y eso significa comprender que la felicidad no es un bien en peligro de extinción por el que tenemos que competir:
“**La felicidad no es algo que tienes que quitar a alguien para dárselo a otra persona…la felicidad la construimos entre todos de manera colaborativa en beneficio de todos”, explicó.
Esa desigualdad que tanta desconfianza e infelicidad genera, se habría ido labrando en el marco de un sistema capitalista y materialista basado en la creencia de que “yo solamente puedo tener más si es que tu tienes menos”…por tanto habría que salir de esa creencia colectiva a la que todavía la mayoría de nosotros somos ciegos. Porque ese es el nivel en el que operan los paradigmas al fin y al cabo (no somos conscientes de que los tenemos) y por eso no es tan fácil cambiarlos, no se deja uno y se entra en otro de la noche a la mañana.
Pero hay esperanza… “yo soy optimista en este sentido” explicó Helliwell que añadió que para él la pandemia ha sido una gran ocasión para iniciar ese cambio de paradigma a nivel global.
“El sistema capitalista había hecho que de manera rutinaria y automática la gente sobredimensiona el poder de lo material y desestimará otras vías de satisfacción en la vida que se obtienen con las conexiones sociales, la amistad y el simple hecho de pasar tiempo unos con otros. La Covid- 19 ha sacado a la gente de ese mundo material y ha sido un momento para repensar la vida. La gente se ha visto forzada a salir de sus patrones de consumo normales y de sus patrones de trabajo normales…y yo digo: no pensemos en esto como una recesión, pensémoslo como un tiempo en el que nos hemos liberado de la economía basada en el intercambio comercial”.
Un tiempo en el que muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de ver y experimentar una pequeña muestra de lo que sería una sociedad de la felicidad y nos ha permitido volver a poner el tema sobre la mesa.
¿Qué necesita el ser humano realmente para ser feliz? ¿de qué tipo de felicidad hablamos? ¿hedonista? ¿eudemonista?
Sólo por haber empujado estas preguntas a un primer plano, ha merecido la pena la pandemia, cree Helliwell: por la oportunidad que ha traído de replantearnos todas estas cosas, independientemente de que vivamos el tiempo suficiente para ver el resultado de ese cambio de paradigma hacia una verdadera sociedad de la felicidad.
“Y es que lo bonito de enfatizar en la felicidad como un objetivo para la actividad humana, concluyó, es que automáticamente nos invita a pensar en las maneras de crear una mejor sociedad y una mejor vida a través de una gran cantidad de métodos que se basan en el ganar-ganar desde el principio”.